Si hay algo que no cambia, es que todo cambia todo el tiempo. La vida es movimiento,
equilibrio suave entre lentitud y rapidez. La espera como una respiración, la conciencia
como una meditación, el movimiento como una creación.
Con el collage, es la mente quien se moviliza para sentir las elecciones, las armonías
y el movimiento de la creación. El cuerpo se mueve poco, recorta, luego pega. La
lentitud y la minuciosidad llegan.
Con la tinta y el acrílico, el cuerpo se moviliza en el mismo proceso. Los gestos
se vuelven amplios y rápidos. El cuerpo entero se prepara, luego, en el momento
oportuno, de los pies hasta las manos, acompaña el pincel en su expresión. La espera
y la espontaneidad llegan.
Cuando creo, no sé lo que voy a hacer. Improviso. Dejo mis manos elegir, actuar, sin
pensar.
Mis creaciones se mueven dentro de un marco espiritual donde paso de la lentitud del
recorte minucioso al surgimiento de un gesto caligráfico amplio y fluido, para dejarme
sorprender conscientemente por el trazo emergente… Desde muy pequeño, me gusta
estar sorprendido.
Las nociones de equilibrio-desequilibrio, de espacio, de luz, de poesía, de materia y de transparencia son mis principales fuentes de inspiración.
En cuanto a la danza, el encuentro de Carolyn Carlson. En común, una misma visión
de la luz, de la espiritualidad, la necesidad de improvisación, la atracción hacia las
filosofías orientales. Me invitó a pintarla en su danza en Paris, más tarde durante su espectáculo en Sevilla.
Gracias a ella descubría el placer de la espontaneidad, del gesto instintivo e intuitivo. El
movimiento vivía, mis pinceles bailaban.